miércoles, 17 de mayo de 2017

Silivia Acerbi, Juana Torres y Mar Marcos (eds.): El obispo en la Antigüedad tardía. Por Fernando Rivas Rebaque

Acerbi, Silvia; Torres, Juana; Marcos, Mar (eds.): El obispo en la Antigüedad tardía. Homenaje a Ramón Teja. Trotta, Madrid, 2016. 368 páginas. Comentario realizado por Fernando Rivas Rebaque (Profesor de Historia Antigua y Patrología, Facultad de Teología Universidad Pontificia Comillas de Madrid. frivas@comillas.edu).

Como bien describen las editoras de este libro en su presentación, estamos ante una «obra monográfica colectiva de veinte investigadores y profesores universitarios [españoles] de Historia Antigua y Filología Clásica en homenaje a Ramón Teja con motivo de su jubilación en el 2014 como catedrático en la Universidad de Cantabria» (p. 9). Salvo el primero de los trabajos, laudatio de Ramón Teja a cargo de José Fernández Ubiña, todos los demás capítulos están centrados en torno a la figura del obispo en el cristianismo primitivo, en un intento de abarcar algunas de las múltiples facetas de su carácter “poliédrico” (afortunada expresión del homenajeado).


Dada la pluralidad de temáticas y de autores de este libro, me limitaré a hacer un breve elenco de los mismos, así como una somera reseña crítica. Así, aun saltándome el orden establecido por las editoras —por otra parte intercambiable en gran medida, salvo el primer capítulo—, de los veinte autores y autoras, cinco pertenecen a la Universidad de Barcelona: Carles Buenacasa Pérez (“El obispo y el patrimonio eclesiástico”), Juan Antonio Jiménez Sánchez (“Los obispos y los espectáculos”), Pere Maymó i Capdevilla (“El obispo y las reliquias”), Raúl Villegas Marín (“El obispo y los monjes”) y Josep Vilella Masana (“Los obispos y presbíteros del supuesto concilio de Elvira”).

Cuatro autores son de la Universidad de Granada: José Fernández Ubiña (“Origen y consolidación del episcopado monárquico”, capítulo que encabeza la obra); Alberto J. Quiroga Puertas (“El obispo como orator christianus”); Francisco Salvador Ventura (“El obispo como historiador”) y Purificación Ubric Rabaneda (“El obispo y la actividad edilicia”).

Tres, precisamente las editoras, trabajan en la Universidad de Cantabria: Silvia Acerbi (“El obispo y los concilios”), Mar Marcos (“El obispo y sus biógrafos”) y Juana Torres (“Las elecciones episcopales y el cursus honorum”. Un mismo número de autores son de ámbito madrileño: Gonzalo Bravo (“El obispo y los conflictos sociales”, de la UCM), Raúl González Salinero (“El obispo y los judíos”, UNED de Madrid) y Margarita Vallejo Girvés (“El obispo y los emperadores”, Universidad de Alcalá). Y dos pertenecen a la Universidad de Zaragoza: María Victoria Escribano Paño (“El obispo y los heréticos”) y Esteban Moreno Resano (“El obispo como juez”). A ellos habría que sumar un autor de la Universidad de León, Santiago Castellanos (“El obispo como líder ciudadano”), otro de la Universidad de Jaén, Pedro Castillo Maldonado (“El funus episcoporum y la ‘santificación’ del obispo”) y Pablo C. Díaz, profesor de la Universidad de Salamanca (“El obispo y las invasiones de los pueblos bárbaros”).

Una visión panorámica muestra que nos encontramos con un ramillete de los mejores especialistas en el cristianismo primitivo dentro las universidades públicas españolas, donde se suman autores y autoras con un largo recorrido y obras ya consagradas, con otros menos duchos en estas lides, pero ya sobradamente preparados. Una visión más profunda enseña que lo que comenzó por los años setenta siendo en España tarea de unos pocos aventureros y pioneros, entre los que destaca Ramón Teja por mérito propio, dedicados a estudiar las fuentes cristianas como elemento importante para la comprensión de la historia del Imperio romano y de la Antigüedad tardía, se ha convertido ahora en una tarea colectiva, situada entre la historia social y la historia de las mentalidades, sólidamente aposentada en proyectos y en líneas de investigación compartidos por muchos equipos y universidades, cuyos frutos son más que relevantes.

La perspectiva no confesional marca algunas de las “ausencias” que una mirada creyente podría detectar en esta obra (como la relación del obispo con la presidencia comunitaria, su función litúrgica, o la conexión entre episcopado y tradición apostólica, por poner algunos ejemplos), pero considero más constructivo ver esta obra desde una perspectiva complementaria a la que se ofrece en otros espacios de reflexión explícitamente cristiana, aunque sí sería bueno de cara al futuro ver cómo pueden dialogar y sumarse ambas perspectivas, como ya viene siendo habitual en muchos otros países como Francia, Alemania, Inglaterra, Italia o Estados Unidos.

A pesar de que algunos de los capítulos hacen referencia a los obispos en los orígenes cristianos (siglos I-II), la mayoría los sitúan en la Antigüedad tardía (siglos. IV-VI), no solo porque las fuentes son más abundantes en este período, sino también porque la mayor parte de los autores trabajan en este terreno, y lo mismo podríamos decir de relación entre la parte oriental y la occidental (más trabajada) del cristianismo, así como la necesidad de desarrollar algo más los instrumentos hermenéuticos en relación con los propios textos.

Todas estas cuestiones no son óbice para destacar la altísima calidad que tienen la mayoría de los capítulos, aumentada además por la amplia y selecta bibliografía con que concluyen los mismos (ya solo esto invitaría a su lectura), y afirmar que nos encontramos con un espléndido libro sobre los obispos en la Antigüedad cristiana, posiblemente el mejor de los que tenemos en castellano, apto para todos los públicos y que sirve no solo de homenaje, sino también de corolario a una obra que escribió el propio Ramón Teja ya en el año 1999: Emperadores, obispos, monjes y mujeres. Protagonistas del cristianismo antiguo (Ed. Trotta), cuya lectura también aconsejo.

En conclusión, felicitarnos de que la Antigüedad cristiana sea considerada como una cuestión digna de estudio no solo por los investigadores confesionales, sino por otros estudiosos; felicitar también a las editoras por la excelente selección de las temáticas abordadas y lo cuidadoso de la edición; felicitar asimismo a los autores por la calidad de sus aportaciones; felicitar a la editorial Trotta por publicar obras de estas características; y, sobre todo, felicitar a Ramón Teja por el trabajo realizado, las redes humanas e intelectuales que ha generado y las oportunidades que ha ofrecido a muchos otros estudiosos que han venido con posterioridad. Un último apunte: desearle que siga en esta misma línea, “Sit tibi longa et beata vita”.

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