viernes, 29 de marzo de 2013

Antonio Gargallo Gil: El psicólogo de Nazaret. Por Javier Sánchez Villegas

Gargallo Gil, Antonio: El psicólogo de Nazaret. Sepha, Málaga, 2012. Colección «Anécdota» 9. 236 páginas. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.


No sé si existen las casualidades. A veces las cosas suceden sin un motivo claro. El hecho es que, después de conocer la existencia de este libro a través de la red, y de que algunas personas me habían hablado de él, me fui a El Corte Inglés con la esperanza de encontrarlo. Primera sorpresa, me dijeron que estaba en la sección de literatura infantil y juvenil. Segunda sorpresa, después de un rato sin encontrarlo, alguien lo había colocado donde corresponde, en la sección de psicología y autoayuda. Así pues, lo compré y me fui a casa con la intención de empezar a leerlo. Por la noche, me metí en facebook para ver el estado de la cuestión y, ¡tercera sorpresa!, alguien me pedía amistad desde una página que se llama "El psicólogo de Nazaret". Increíble. Por supuesto, le di a "aceptar", aunque la verdad es que a Antonio Gargallo, el autor de este libro, un maestro turolense que trabaja en Castellón, no lo conozco de nada. En la solapa del libro se dice que ha escrito varias obras: las novelas Moviola de tres vidas truncadas (2010) y La Ciudad Milagrosa (2011), y las novelas infantiles El poder de Joel (2011), Pelopincho y la puerta mágica (2011) y Daniel, un príncipe especial (2012). No obstante, y para que mi lectura y mi comentario fueran lo más imparciales posible, no he leído nada de lo que aparece en dicha página de facebook.

jueves, 21 de marzo de 2013

Rosa Montero: Lágrimas en la lluvia. Por Jesús Oteo

Montero, Rosa: Lágrimas en la lluvia. Seix Barral, Barcelona, 2011. Colección Biblioteca Furtiva. 480 páginas. Comentario realizado por Jesús Oteo.

Debe hacer ya más de diez años, un domingo cualquiera ojeando el dominical de El País encontré un artículo que me impactó. La autora se recreaba en cómo el paso del tiempo modula la forma de sentir, en cómo las emociones pueden volverse más intensas y desgarradoras con el paso de los años. Para ello recurría a la escena final de Blade Runner, película clave en la historia del cine de ciencia ficción. En ella, un duro y despiadado replicante, pseudohumano sintético producto de la biotecnología con un límite vital preestablecido, sentía acercarse dicho límite bajo un impresionante diluvio, y con ello tomaba conciencia de cómo todas sus extraordinarias vivencias “…se perderían en el tiempo como las lágrimas en la lluvia”. Rosa Montero, autora de este artículo, recordaba aquella sensación cercana a la hilaridad que le abordó la primera vez que vio dicha escena allá en su juventud, y cómo, casi inexplicablemente, esa sensación había mutado convirtiéndose en una profunda tristeza en las sucesivas veces que la había vuelto a ver.
Mi identificación con esta sucinta y concisa reflexión, que posiblemente pasara desapercibida para la mayoría de los lectores, fue inmediata. Por aquella época atravesaba un momento vital en el cual mi perspectiva de las cosas había cambiado de manera radical, en el cual esa falsa sensación de omnipotencia que da la

jueves, 14 de marzo de 2013

Juan María Laboa: Jesús en Roma. Por Javier Sánchez Villegas

Laboa, Juan María: Jesús en Roma. Khaf, Madrid, 2013. 182 páginas. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

Un sueño. Todo ha sido un sueño. Esto nos puede desilusionar, desesperanzar... o ponernos en movimiento. Los sueños configuran nuestras vidas y nos estimulan a seguir adelante, sabiendo que lo más seguro es que nunca los podamos alcanzar, pero nos marcan el norte, el camino y no los podemos obviar. Si viviéramos de los sueños y no saliéramos de ellos, nos convertiríamos en lunáticos, en personas utópicas (con permiso de Tomás Moro) cuya existencia estaría alejada de la realidad. Por el contrario, si no tuviéramos ningún sueño, nuestra vida se acabaría, seríamos como zombies, muertos en vida. Por tanto, los sueños son fundamentales. Dime cuáles son tus sueños y te diré quién eres.

La lectura de esta novela de José María Laboa (del cual ya hemos hablado en el comentario de otra obra suya -ver aquí-) me ha hecho pensar bastante. En primer lugar, porque me ha trasladado a un mundo y a unos personajes que me han encantado. ¿Qué pasaría si Cristo se presentara de repente en Roma? En segundo lugar, porque me he sentido invitado a poner nombre y apellidos a mis propios sueños. ¿Cuáles son mis sueños con respecto al mundo, a mi familia, a la Iglesia...? En definitiva, porque de alguna manera me he visto impelido a valorar cuánto de mi vida debe cambiar para que mis sueños se cumplan. En este sentido, quiero dar la enhorabuena a Laboa, pues ha sido capaz de poner palabras a algo que realmente es complicado: cuáles son sus sueños con respecto a la Iglesia. Para ello, se ha introducido en la piel del mismo papa Benedicto XVI y ha dado rienda suelta a sus sueños con respecto a la Iglesia. No pretende en ningún momento (así lo he percibido yo) criticar la institución, sino simplemente tratar de reflejar si la Iglesia lo está haciendo bien. En este sentido, voy a dejar al propio Laboa que se explique.

martes, 5 de marzo de 2013

Mari Patxi Ayerra: Querido Dios. Por Javier Sánchez Villegas

Ayerra, Mari Patxi: Querido Dios. Cartas de Esperanza. Sal Terrae, Santander, 2004. Colección «Humanizar la salud» 9. 143 páginas. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

Este es uno de esos libros que deberían ser de obligada lectura para todas aquellas personas que son profesionales de la salud (médicos, enfermeros, auxiliares, etc.), para el personal no sanitario pero que tratan con enfermos (celadores, personal de limpieza, etc.) y para todas aquellas personas que, de una u otra forma, acompañan a enfermos. Está escrito con verdadera maestría, con gracia, con talento, con humor, con sencillez..., con todo aquello que hace falta para que la vida de un "paciente" sea un poquitín más humana. Señores, cuando vamos a un hospital, ya sea a urgencias o a ver a un especialista, no vamos de turismo, ni vamos porque no tenemos otra cosa que hacer. Vamos porque nos sentimos mal, porque queremos recobrar la salud, porque queremos volver a ser nosotros mismos. Una amiga mía enfermera, María, me recuerda muchas veces que cuando hay partidos importantes de fútbol las urgencias están más vacías. Vale. A lo mejor hay gente que considera que algo no es tan urgente como para que no pueda esperar a que termine un partido. De acuerdo. Pero yo os juro que cuando he ido a un hospital es porque era estrictamente necesario. No me gustan los hospitales. El ambiente es horrible. Además, me deprimen un montón. En cualquier caso, nos gusta que nos traten bien, que nos escuchen, que nos consideren personas... aunque la curación tarde un poquitín más. No obstante lo dicho, tengo que reconocer que el sistema sanitario español es de los mejores del mundo (hasta donde yo conozco), y que el personal sanitario y no sanitario es excelente. Pero ¡cuidadito con la comunicación no verbal! A veces la gente sufre innecesariamente los problemas y los malos rollos de los profesionales. Si supiéramos escuchar un poco más...